lunes, 19 de enero de 2009

Los puntos suspensivos


Nunca me gustaron los puntos suspensivos. Los observo con cierto recelo y me saben desconfiables. Creo que ellos ocultan algo, palabras por supuesto. O quizás una pereza literaria donde el escritor ocasional decide dejar al libre albedrío del lector, la elección de significantes que no han acudido a la cita de la inspiración. Allí están, al final de una oración, en el medio de ocurrencias, en el trayecto de una descripción. Holgazanas redondeces del lápiz, generalmente agrupadas de a trío. Casi soberbios, apurando a quien los percibe a resolver de un periquete lo que ellos no han logrado decir. Uno se siente hasta intimidado. “Estuve con Gerardo… Lo ví salir del banco Nación… Y, bueno, lo llamé. Viste…” Entonces me quedo contemplando el texto aturdido por la suposición de que en esa frase aparentemente insignificante donde Claudia me relató el encuentro con Gerardo, puede estar queriendo decir muchas otras cosas. No sé, que Gerardo robó el banco. O que se anduvo escondiendo de ella, o bien que Gerardo es, como todos lo imaginábamos, gay. Los puntos suspensivos justamente terminan por suspender nuestro juicio enredándonos en una madeja paranoide, tratando de encontrar puntas ocultas a un ovillo, por lo demás, anodino e inocente.
Los puntos suspensivos también uno los puede encontrar en la concreción del verbo. Digo, en la vida misma, real, concreta y muchas veces cruel. Qué me habrá querido decir Luisa cuando le pregunté por el precio de las papas y me contestó con un lacónico “Vos verás…”. Las papas bajaron? Subieron descomunalmente? Voy a ser papá? Soy el padre de Luisa?
Ese abuso de un puntuado impar, descontextuado, inquisidor, llevan a desconfiar hasta del ciclo solar y sus millones de años de antecedentes. Lo burdo, lo simple, abruptamente se convierte en una cascada de preguntas sin respuestas que se abren en ramas infinitas, inabarcables, avasallantes y desvelantes. Quizas Luisa pretendió decirme un simple “mirá lo caras que están las papas sin cepillar”. Pero influencias de poemas para adolescentes la llevaron interrumpir la frase y reemplazar la parte ausente por estos tres puntos, sin saber que con ello provocó en mí un desborde de angustia y la necesidad de volver a llamar a mi analista luego de cinco años de interrupción.
Personalmente prefiero los puntos, así, simples, solitarios. Que marquen el final claro de una idea. Sean seguidos o sean apartes. Y que me quiten de una vez por todas mis dudas de si el parecido físico de Luisa conmigo tiene una explicación genética.

3 comentarios:

  1. y fijate vos que después del apurimacia dijo aparecen ellos!!! otra vez!!!! (los signos de admiración tienen más personalidad)

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  2. Pablo:

    Bueno aquí estoy... (puntos suspensivos, jajaj)
    Comparto esa reflexión por las pequeñas cosas, también creo que el punto final, seguido o aparte tienen más personalidad. Aunque a veces la vida está plagada de esos malditos puntos suepensivos que no nos sacan de la incertidumbre. Pero lo maravilloso de la literatura es que uno puede cambiar aquello que no le gusta, asi que pongamos los puntos nomás!!!

    Saludos,

    Natalia

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